la vida empieza a los treinta

19.2.20

08.08.06 II Parte



Hace casi quince años me revolvía con cabreo e ira por querer ser roca cuando en verdad soy agua. Cuando quería aferrarme a unas creencias que me duraran toda la vida, suplicando que se quedaran conmigo. Culpándolas por abandonarme, con el orgulloso despecho que escondía, el miedo a quedarme sola. Miedo a tener que encontrar una pareja de baile en cada canción, yo que quería ya casarme con ellas y tener pequeñas roquitas que me anclaran aun más a esta mentira, que es lo que nos dicen que es la vida. 
Pero soy agua, no soy roca. Soy mas de dudar y no creer en nada, que sin duda creer en lo que toca. Y no es fácil, porque el agua es la que se amolda, la que busca un reguero por el que correr como loca. Y a veces, cuando no entiende el camino, o el camino no es ligero y se estanca, el agua que es sabia, se en-roca, cambiando al rey por la torre que en su día fue una roca,  buscando entender lo que se esconde detrás de la realidad aparente de los seres y las cosas. 

12.2.20

Adios y gracias



La primera vez que te vi, aun no estaba preparada. Era lo que tocaba, y entonces no te supe entender. Tonteamos un poco y con mucho miedo, no era el momento. Te conocí de verdad en la universidad y me enamoré de ti, hasta ahora has sido mi relación mas larga y mi más leal amigo. Tú estabas ahí siempre. Siempre que me sentía perdida en este mundo, volvía a mi mundo contigo. A través de ti hice buenos amigos, amigos de charla y pellas, amigos de arreglar el mundo, amigos de conciertos y cervezas. En cada silencio incómodo podía recurrir a ti y se abrían los canales de la risa y aparecía la María más graciosa y divertida. Y los demás eran divertidos y la vida era un teatro maravilloso. Era genial compartirte, pero era más genial todavía cuando estábamos a solas, tu y yo, y mi pena o mi confusión se convertían en poesía. Volver a casa sola no era gran problema, te tenía a ti para cobijarme en mis adentros y sentirme abrigadita y en casa. Te tenía a ti para alejarme de todas las mentiras que construyen esta vida, alejarme y saber que nada mas necesitaba que estar conmigo, para estar bien. Para saber que todo era y es mentira, una gran mentira construida siglo tras siglo por los padres, de los padres, de los padres que hemos tenido. Sobreviví gracias a ti, al dolor de una pérdida que creía  inasumible, la de papá. Arrancando las costras pegadas de lamento de mi alma, en forma de rimas desgarradas. Costras que volvían una y otra vez porque mientras las arrancaba, no podían ser curadas. Me prometí ser leal a mi pena, no dejar nunca que esta del todo se fuera, y con la uñita en forma de pluma me hacia sangrar las llaguitas de su ausencia, no tenía otra manera de tenerle cerca, de no dejarle ir, para mi era imposible vivir sin él en este planeta. Gracias papá por acompañarme todos estos años, y perdóname por no dejarte marchar. Ya te dejo ir papá, te dejo ir al ritmo del humo de la última calada de mi mejor amigo, sois libres ya por fin, de seguir vuestro camino. Soy libre de empezar a andar yo el mío, como hija de nadie. Me quedo con tu bondad y dejo atrás ese dolor, ese mismo dolor que te acompañó a ti en vida, ese dolor con el que pedías permiso para vivir casi cada día, hasta que dejaste de dártelo.  Descansa en paz, en paz y amor, gracias por haberte compartido conmigo y buen viaje. 

Tu hija en esta vida, que te quiere como sólo puede querer una hija a un padre.

María