la vida empieza a los treinta

12.9.14

El Yayo


                         


Hay personas que no se van nunca, que aunque dejen de estar prevalecen al olvido. Hay personas imposibles de olvidar, porque un tomate maduro te lo trae al presente, a tu lado, en la invisibilidad de aquellos que ya no tienen carne ni huesos, pero su alma es imposible de borrar. Hay personas, elegidas por la luna, que se van pronto, porque siempre es pronto para que se vayan, porque se te cuelan en el alma y se hacen dueños de un gran pedazo de tu corazón, que es el que te falta cuando marchan. En la sombra viven contigo, como un faro cuya luz persigues para que no te confundas de camino, susurrándote al oído, "Oso te quiero, qué bien lo estas haciendo, qué orgullo haberte tenido". Hay personas que fueron padres, abuelos, maridos, que también fueron currantes, grandes amigos, hay personas como Antonio que vivieron cada parte de su vida con el corazón en la mano, como único testigo, derrochando vida, haciendo nido. 
Yo tengo un recuerdo que siempre llevaré conmigo, que le contaré a mi hijo una y otra vez, hasta que se aburra de oirlo, y es que nadie se emocionó tanto cuando naciste como el yayo,  que al verte  pequeño, en brazos de su propio hijo, rompió a llorar como un niño. Y como esta, habrá mil historias que te contarán los que le quisieron, que son muchos, porque algo era innato en tu abuelo, y es que era imposible conocerle y no quererle. Porque hay personas, que saben dar, que conocen el secreto de la felicidad y es por eso que los quieres siempre a tu lado, y por eso es que nunca se van.