la vida empieza a los treinta

28.7.16

Quién soy yo (parte II)

 QUIEN SOY YO (PARTE II)
 
Yo soy la que se muere por sacarte una sonrisa. La que es incapaz de callarse si con mis palabras consigo hacer que todos se rían. Soy la que en mitad de una febril batalla dialéctica, justo cuando empezamos a decirnos groserías, logro acercarme a ti y hacer que sonrías.
La malvada que vive en mi, utiliza esa magia para herirte sin que se note, porque le gusta pensar que es más chula que nadie y se cree poderosa, y con derecho a decir cualquier cosa sin que a nadie le importe.
Yo me alimento del buen humor, la malvada de la retorcida ironía.
Yo crezco en la carcajada amistosa, cuando te desarmas delante de alguien para que a través de tu desnudez vea algo en su persona, y es que reírse de uno mismo amigos, funciona. La malvada mira dentro de ti y encuentra algo que conoce bien, porque también es suyo, y te desnuda tras la barrera de la coraza de estar vestido, la muy cabrona.

Yo se que cada día yo soy más yo, y la malvada, que también soy yo, me sirve para tropezar, porque ahora se al toque cuando habla la malvada, y me empiezo a perdonar, y empiezo a buscar ese perdón del que he herido, a la cara.
Antes vagaba entre la culpa y la justificación, entretenida en ver qué errores me hicieron errar a mi, buscando fuera lo que normalmente tengo en frente de la cara. Y fuera hace frío y fuera es muy grande y es fácil perderse fuera. Al calorcito de lo de dentro se vive mejor, porque aunque dentro hay mucho donde esconderse, por lo menos huele a hogar y si te escondes, no puedes esperar a que alguien te encuentre, porque juegas solo, o te encuentras tú o pierdes.

2.7.16

El Pálpito


Se puede vivir pensando que la tierra gira al rededor del sol y que todo lo demás es casualidad. O se puede vivir mirando con el pecho lo que a tu alrededor pasa, intentando comprender que nada pasa porque sí.
 
Cuándo empecé a construir la vida que hoy tengo, cuándo empezó todo.
 
En la tierna infancia yo sabia que formaba parte de un plan perfecto, algo superior a mi existencia y a la existencia del resto. No lo sabia con estas palabras, pero lo sabia como un pálpito. Tenia la tranquilidad de vivir sabiendo que lo que tendría que venir vendría, que lo que tenía que suceder, sucedería, por lo que yo sólo debía dejarme llevar por las olas para alcanzar la orilla.
En la tierna infancia miraba las cosas de afuera con los ojos frescos que permiten que las cosas entren dentro. El vuelo de una mariposa blanca, el lento caminar de un caracol que se convertiría más tarde en babosa, una canasta que entra limpia y otra que no. Miraba a la gente hablar, sonreír, enfadarse, sufrir...y todo entraba dentro a través de todos los sentidos. En la tierna infancia la mente no trabajaba mucho, todo empezó a envolverse y enredarse, cuando la mente decidió darle vueltas y vueltas y vueltas a las cosas. Pero eso es otra historia.
En la tierna infancia aprendes sin querer, aprendes sin pensar, aprendes sin retener. Todo entra en ti y encaja de una forma natural, todo, hasta lo mas raro. Incluso las cosas que duelen encajan, incluso lo feo encaja. Nada se atasca, nada se engancha y golpetea sin cesar como una mala digestión. Los pensamientos van y vienen mientras pedaleas encima de la bicicrós, las sensaciones son una caricia, y como vienen se van, y vienen y van, y llegan otras.
El tiempo es solo presente. Puedes pasar horas mirando a las hormigas trabajar o haciendo churritos con hojas de parra, una y otra vez, sin ningún afán.
En la tierna infancia se vive de verdad, de verdad se vive. Se respira, se corre, se duerme, se come, se rasca, se sonríe y se llora con el alma, mientras la mente descansa.
En la tierna infancia aprendí las cosas mas importantes que hoy tengo, las cosas que me han llevado a ser lo que hoy soy, lo que sigo siendo. Aprendí del arte de hacer que todo encaje, aprendí a mirar tras la maraña y a mirar por dentro, a escuchar el pálpito que te da cuando sabes qué es lo que tienes que hacer, aunque no sepas exactamente por qué.