la vida empieza a los treinta

2.7.16

El Pálpito


Se puede vivir pensando que la tierra gira al rededor del sol y que todo lo demás es casualidad. O se puede vivir mirando con el pecho lo que a tu alrededor pasa, intentando comprender que nada pasa porque sí.
 
Cuándo empecé a construir la vida que hoy tengo, cuándo empezó todo.
 
En la tierna infancia yo sabia que formaba parte de un plan perfecto, algo superior a mi existencia y a la existencia del resto. No lo sabia con estas palabras, pero lo sabia como un pálpito. Tenia la tranquilidad de vivir sabiendo que lo que tendría que venir vendría, que lo que tenía que suceder, sucedería, por lo que yo sólo debía dejarme llevar por las olas para alcanzar la orilla.
En la tierna infancia miraba las cosas de afuera con los ojos frescos que permiten que las cosas entren dentro. El vuelo de una mariposa blanca, el lento caminar de un caracol que se convertiría más tarde en babosa, una canasta que entra limpia y otra que no. Miraba a la gente hablar, sonreír, enfadarse, sufrir...y todo entraba dentro a través de todos los sentidos. En la tierna infancia la mente no trabajaba mucho, todo empezó a envolverse y enredarse, cuando la mente decidió darle vueltas y vueltas y vueltas a las cosas. Pero eso es otra historia.
En la tierna infancia aprendes sin querer, aprendes sin pensar, aprendes sin retener. Todo entra en ti y encaja de una forma natural, todo, hasta lo mas raro. Incluso las cosas que duelen encajan, incluso lo feo encaja. Nada se atasca, nada se engancha y golpetea sin cesar como una mala digestión. Los pensamientos van y vienen mientras pedaleas encima de la bicicrós, las sensaciones son una caricia, y como vienen se van, y vienen y van, y llegan otras.
El tiempo es solo presente. Puedes pasar horas mirando a las hormigas trabajar o haciendo churritos con hojas de parra, una y otra vez, sin ningún afán.
En la tierna infancia se vive de verdad, de verdad se vive. Se respira, se corre, se duerme, se come, se rasca, se sonríe y se llora con el alma, mientras la mente descansa.
En la tierna infancia aprendí las cosas mas importantes que hoy tengo, las cosas que me han llevado a ser lo que hoy soy, lo que sigo siendo. Aprendí del arte de hacer que todo encaje, aprendí a mirar tras la maraña y a mirar por dentro, a escuchar el pálpito que te da cuando sabes qué es lo que tienes que hacer, aunque no sepas exactamente por qué.