8 de diciembre de 2020
un diente de leche,
uno que se resiste a soltar,
que está agarraíno a la encía
con el dedo meñique imaginario.
Y yo me imagino que me está gritando:
mira que me suelto,
que ya no aguanto más.
Entiende antes que caiga
que su camino empieza a andar.
¿Lo entiendes?.
¿Me oyes? ...
Te quiero avisar,
te mando señales para que te prepares,
si es que alguien se puede preparar.
Que yo mismo me agarro
porque él se quiere agarrar,
porque andar solo mola
si a uno le dejan andar,
pero a su ritmo, a su manera,
libre de tener que agradar.
Mi niño ha cumplido siete años ya.
Y siento que es tiempo
de escuchar más que de hablar.
De pensar cada respuesta,
como si fuera un examen final.
De poder vivir cada pregunta,
como si yo misma me la hiciera,
porque el mundo que a él le espera,
no es uno que yo le pueda explicar.
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