PRIMAVERA EN LAS VILLUERCAS

Mientras arde el fuego en la tierra más extrema por su belleza y dura por su soledad, la vida se detiene unos minutos. No existe nada más en ese breve momento que el baile que en tus ojos se marcan dos llamas rojas como el deseo. Crujen las maderas del tejado y en comparsa estiras las rodillas cansadas de agacharse a recoger leña, mmm, alivio.

En el centro de mi mundo, sin nada más que el calor de una hoguera como único tesoro, me siento, me veo, me oigo. En ningún otro lugar descansó tanto mi alma de mi misma, de mi traje, del equipaje que arrastras cada mañana para sacar el día adelante.

Aquí no valen escusas, aquí no hay entretenimiento tras el que poder esconderse, aquí, la soledad es una valiosa compañera y una maestra alegre.