QUIJOTE Y SANCHO

Vivo rodeada de héroes que están muertos de miedo. A veces en el día a día, se me olvida o no tengo presente, lo difícil que es para ellos el simple hecho de afrontar cada amanecer, porque la vida se les ha encarado y no tiene ninguna intención de dejarles en paz. La vida les grita al oído, les hace olvidar quienes fueron y repone en sus recuerdos, otros momentos que solo ellos recuerdan haber vivido, sueños que no tuvieron, pensamientos que nunca fueron suyos, y sobre todo miedo, un miedo que jamás ninguno de nosotros hemos padecido aún, un escalofrio atroz que les susurra al oido "estas perdido". Miedo al silencio y a dejar de oir, miedo de los que nos quieren y miedo a que nos odien, miedo a no ser nada en la vida, literalmente. Miedo a comer, miedo a morir, miedo de uno mismo, porque en su mundo todo es oscuridad y silencio y porque nadie ha sabido nunca darles una respuesta que calme su angustia.

No me imagino afrontando los retos a los que ellos se enfrentan, ni superando las barreras que yo ni si quiera veo, para mi son un ejemplo de firmeza, son auténticos guerreros que luchan por sobrevivir, por mantenerse enteros, sabiendo que el avance es muy lento y que de vez en cuando se desanda lo andado. De ellos cada día aprendo algo de humildad, porque su lucha es tan titánica y silenciosa a la vez, es tanto lo que pelean y tan poco lo que los demÁs ven, que desespera. Imaginate escalando el Everest con una mula en brazos y que a mitad de camino te gires para hacer un gesto victoria y ahi no haya nadie, nadie que te diga que eres una máquina, un campeón, un fiera, nadie que te anime a seguir.

No es posible convivir con ellos sin admirar su fuerza, sin descubrirte ante su voluntad de seguir y seguir y seguir...no es posible no ser su escudero, su firme servidor, su fiel Sancho Panza.