PERDIENDO LA FE

Cuanto desengaño es capaz de asumir el ser humano.

De niña creia en Dios, porque le tenía cariño, creía en la bondad y en la justicia y él encarnaba todo eso. No me criaron para tener fe, de hecho solo mi abuela rezaba y más por costumbre que por creencia, pero yo tenía fe. Hablaba con Dios como si fuera un amigo invisible y creía que las personas eran buenas y que si no lo eran tenían algun buen motivo para no serlo. Creía en la amistad, en el amor, en la justicia.

He crecido y ya no creo en Dios, porque ya no le hablo y ya no siento nada por él. Cada vez creo menos en los motivos que tienen las personas para ser mezquinas, crueles, hipocritas y envidiosas, porque hay muchas que sin motivos, lo son. Cada día soy peor persona porque con cada puñalito o puñalón, voy perdiendo inocencia y voy creyendo con desesperanza en el yo mi me conmigo, como única forma de protegerme del desengaño de creer en algo que no existe. Me he llevado más sorpresas en este último año que en toda mi vida, sorpresas que no esperaba, desengaños. Y duele.

Veo a mis niñas, mi Luna, mi Lara, mi Sofi, y me gustaria detener el tiempo para poder vivir en un Nunca Jamás donde nada las aturda y donde Garfio siempre pierda.